domingo, 25 de marzo de 2012

La muerte de Iván Ilich

Hay va de nuevo.  Otra vez un ensayo (rimó) que me costó uno y la mitad del otro, pero, aunque no quise, increiblemente, lo hice... ando de rimosa XD


Ensayo sobre: La muerte de Iván Ilich.

 ‘La muerte de Iván Ilich’ aborda un tema extraordinariamente sensible, como lo es la muerte, puesto que no es un secreto el que todos los seres humanos, sin importar quienes son o en que posición se encuentran, en algún momento han llegado a temer a la muerte. Y ¿qué mayor realismo se podría tener al plasmar la muerte, que mostrándola con un enfermo terminal, como lo es Iván Ilich?
Éste es un libro realmente apasionante, que lleva a escena lo más crudo del realismo. Es una forma en la que Tolstoi se plasmo a sí mismo y a todo el mundo (en especial al pueblo ruso) en páginas, mostrando la muerte de cualquiera y el terror de todos.

En el presente ensayo no pretendo contrastar dos obras de León Tolstoi, como hice anteriormente con Franz Kafka. Puesto que tratar de probar que existe una relación entre cualquier obra de Tolstoi y ‘La muerte de Iván Ilich’ sería como tratar de encontrar las semejanzas físicas del agua y del aceite, encontrando cómo única coincidencia que ambos son líquidos.
Mi intención en este ensayo es contrastar esta magnifica obra con la propia vida de León Tolstoi y, en menor medida, con la caída del zarismo en Rusia. La primera por haber sido una vida cuestionada por racionalismos cambiantes que venía e iban de la mente de Tolstoi y la segunda por el regocijo popular que sintió la población rusa al ver caer al zar Nicolás II, mismas que se sintió en el Palacio de Justica tras la notica de la Muerte de Iván Ilich.

El autor del prologo, Roberto Mares, asegura que ‘La muerte de Iván Ilich’ está basada en la muerte del padre de León Tostoi:
Resulta significativo el título original que Tolstoi le asignó a esta obra: La muerte de un juez. Aunque después –lo que es todavía más interesante –, le puso: La muerte de Iván Ilich, lo que resulta muy significativo cuando nos esteramos de que su padre fue el conde Nikolai Ilich Tolstoi, quien era un aristócrata de medio pelo, fiel defensor de los valores tradiciones.[1]  
Sin embargo yo difiero de esta opinión, no sólo porque a los nueve años de edad se es demasiado joven como para comprender una cosa tan compleja como es la muerte (a esa edad perdió Tolstoi a su padre), sino porque hay coincidencias muy significativas entre la vida de Tolstoi y la vida de Iván Ilich, así mismo como hay muchas coincidencias en sus muertes.
En mi opinión la vida de Iván Ilich es la vida que Tolstoi hubiera deseado vivir. Una vida de comodidades en la que únicamente debía preocuparse de su trabajo sin tener tantas influencias que lo incitaran a buscar un sentido más allá del dinero y un bien para otros que no fueran él;  al mismo tiempo era la vida que Tolstoi hubiera odiado, una vida vacía en todo sentido; y pese a eso fue la que vivió. ‘La muerte de Iván Ilich’ es el compendio de estas realidades unidas en una sola obra que tenía como única finalidad la muerte, su propia muerte.  
De entre las primeras coincidencias que encontré entre la vida de Tolstoi y la de Iván es que ambos buscaron un casamiento conveniente, un casamiento que descubrieron no los satisfacía en lo más mínimo a la largo del tiempo. 
…su mujer se puso deliberadamente a turbar el curso tan agradable y tan correcto, de su existencia: se mostraba celosa sin justificación, exigía que se ocupara constantemente de ella, provocaba toda clase de conflictos entre ellos y le hacia escenas desagradables y has groseras.[2]
De igual manera se comenta (en documentales) que Tolstoi consideraba a su esposa como ‘insoportable’. Siendo esta la razón de que la dejara para irse al campo por un tiempo prolongado.  Además se dice que Tolstoi y su esposa tenía pocos menos que nulos momentos de romance, pues Tolstoi prefería suicidarse a caer ‘en la tentación carnal’, tal como Iván y Prascovia: ‹‹En raros momentos las pasión amorosa arrastraba a los dos esposos el uno hacia el otro.››[3]

Era 1880, y ése fue el año más penoso que conoció Iván Ilich; aquel año se puso en manifiesto, por una parte, que su sueldo no le bastaba para vivir y, por otra parte, que todo el mundo lo hacía a un lado y que lo que él consideraba como una injusticia atroz y espantosa no era, a los ojos de los demás, mas que una cosa de los más natural. [4]
La cita anterior tiene un algo de relación con el hecho ocurrido en 1862, en el cual, luego de ser llamado por el Zar Alejandro II como analista y mediador, Tolstoi, fue fuertemente criticado por los propietarios que lo acusaron de fomentar la rebelión de los campesinos; razón por la cual decidió regresar a Iasnaia, Polonia, de igual manera Iván Ilich decidió ir al campo a tomar una vacaciones con la familia de su esposa. 

Luego de este suceso los éxitos de León Tolstoi empezaron a subir, con la publicación de ‘La guerra y la paz’ en 1869 y posteriormente con ‘Ana Karénina’, de igual manera cuando Iván Ilich regresó a su antiguo ministerio, aumentó su éxito laboral: fue ascendido y su salario subió. Sin embargo y de manera simbólica Iván Ilich sufrió un golpe en el costado con el cual  comenzó su decline moral y físico.  Su trabajo estaba bien, su familia – inadecuada, a su gusto, como siempre había sido – estaba bien, pero él ya no estaba bien. 

Algo muy similar le pasó a Tolstoi. Desde antes las ideas del deber, de lo religioso y de otra serie de moralidades que lo atormentaban, lo habían llevado a escribir grandes maravillas, mientras que su fuero interno sufría una serie de cuestionamientos que plasmaba en papel antes de llevar a la acción, como fue el libro ‘El diablo’, historia de un hombre que prefiere la muerte a tener sexo, siendo que con eso afianzó su negativa a tener relaciones con su mujer. 

Y entonces de su desesperación y de lo vacío de su vida nace: ‘La muerte de Iván Ilich’ para recordarle lo que ha vivido y que eso mismo no ha valido para nada, pues tarde que temprano morirá en la agonía de recordar su infructuosa vida. 

Una de las últimas similitudes que noté, y la que se me hizo más desgarradora que todas, es la parte final del libro, así como la parte final de su vida (de Tolstoi). Las últimas palabras que susurra Tolstoi a su hijo antes de morir son: ‹‹Me voy a otra parte, para que nadie me moleste.››[5], parecidas a las palabras que le dice Ilich a su mujer: ‹‹Llévatelo… Me da lástima…››[6], siendo que aquello que realmente hubiera deseado decir, no fue más que un pensamiento de Ilich y del propio Tolstoi: ‹‹Sí, los estoy atormentado  —pensó —. Tienen piedad de mí, pero les conviene más que me muera. ››[7]

Ahora abordo el tema de la caída del régimen zarista. La muerte de Iván Ilich, fue, de alguna manera, una predicción de aquello que pasaría con el sistema zarista, un sistema que estaba viejo, achacoso y enfermo en todas las formas posibles. Un sistema que vio aquello que había aquejado al pueblo francés antes del derrocamiento de su rey, pero que se dijo a sí mismo ‹‹le puede pasar a todos, menos a mí.›› Dándose cuenta más tarde de lo mismo que se dio cuenta Iván Ilich: ‹‹Todos los hombres son mortales, yo soy un hombre, luego, yo soy mortal. ››[8]

En cuanto el sistema zarista cayó se crearon miles de expectativas de quien tomaría las riendas del país, de igual manera, cuando Iván Ilich murió todos en el Palacio de Justicia comenzaron a preguntarse quien tomaría el lugar que había dejado Ilich. 

Posiblemente mi comparación entre la caída del régimen zarista y ‘La muerte de Iván Ilich’ no parezca más que un vano esfuerzo por llenar de letras un pedazo de papel, pero la verdad es que carezco de conocimientos suficientes para profundizar en esta investigación, la cual, sin duda, abarcaría no menos de la mitad de la extensión del mismo libro.

A mi parecer la cantidad de citas mostradas a lo largo de este ensayo prueban, de manera contundente, que Iván Ilich y León Tolstoi son, sin lugar a dudas, la misma persona, haciendo de esta muerte algo más profundo que la simple muerte de un personaje de novela y convirtiéndola en la muerte de un renombrado escritor, que tras su persecución religiosa se dio cuenta de que había llegado, precisamente al mismo lugar del que alguna vez había escrito: ‹‹¡Acabada la muerte! —se dijo —. No existe ya.››[9]
Termino este ensayo citando a Moliere, con una pregunta que sin lugar a dudas de adapta a esta obra:¿La muerte de Iván Ilich ‹‹puede conmovernos por su ser real, o por su ser intencional››[10]? ¿Nos conmueve la realidad de este hombre moribundo o nos conmueve lo que represente a es hombre moribundo?


[1] La muerte de Iván Ilich p.7
[2] Op. Cit p.34
[3] Op. Cit p.37
[4] Op. Cit p.40
[5] Op Cit. Cronología p.126
[6] Op Cit. P.117
[7] P. 117
[8] Op. Cit prólogo p. 7
[9] Op. Cit p.118
[10] Casamiento a la Fuerza de Moliere   p 718

viernes, 23 de marzo de 2012

Mascara


A decir verdad tiene algo de tiempo que no publico nada. No sé si es porque mi  inspiración anda de vaga por las tierras de la fantasía o porque yo misma ando de vaga por las tierras e la huevonada… Sea como sea, últimamente no he escrito anda decente.  No, no considero algo decente esto que voy a publicar… es más bien algo indecente producto de la frustración que me ha creado el estar leyendo un fic que no tiene un final aparente, del cual ya llevo dos tomos y  treintaicuatro capítulos (los cuales he leído en menos de una semana).

Bueno, en fin, he aquí mi indecente poema que ni siquiera lleva un título, son sólo un conglomerado de letras que intentan decir algo, sin decir absolutamente nada.  Bah, que caprichosa es mi escritora, un día estoy cursi y al siguiente despechada… Me propondré como  meta de año nuevo hacerle una visita al psicólogo. 

Y entonces me preguntó mi conciencia si quería seguir
Respondiéndole, yo, con entereza que no quería morir
Que la vida era hermosa y llena de cosas por vivir
Y aunque ya no me quedara en el mundo nada no quería dejar de existir

Y le pedí al amor que me perdonara y me alejara del dolor
Le pedí a las estrellas que brillaran una noches más
Le pedí a las nubes que lloraran en mi honor
Y le pedí a mi conciencia que me enseñara a actuar

Para cubrirme la cara con una mascara de porcelana fina
Y mostrarte todos los días una sonrisa ladina
Que te daría la ilusión de que seguía siendo una amiga
Mientras en mi fuero interno me sabía tu peor enemiga

No me arrepiento de lo que he hecho un solo día 
Porque el pecado hace ‘hombre’ al humano
Y la condena, la que se supone nunca olvidaría
La he estado compartiendo con quien siempre he amado

Ódiame, mientras yo te odie a ti
Y que el odio nos haga fuertes para sobrevivir
A la condena que es vivir sin amor o ilusión
Al dolor de habernos extirpado el corazón

Y sigamos con esa mascara de porcelana y cristal
Que no deje ver a nadie nuestro rencor y temor
Y sigamos envolviéndonos en las llamas del mal
Porque nuestro odio mutuo nos alcanzará el perdón 



 Es oficial, me he vuelto loca. u.u
Hasta la próxima.


sábado, 10 de marzo de 2012

Homofobia y malos políticos


Homofobia y malos políticos.

Últimamente he estado viendo que hay una gran, gran controversia con respecto a la homosexualidad, con respecto a los matrimonios gay, y aunque corro el riesgo de desviarme  terriblemente de mi tema principal, también hay una gran decadencia de políticos efectivos y buenos en México.

Antes que nada lo voy a decir tal como es: A mí, los homosexuales me tienen sin cuidado. No me quita el sueño el hecho de que haya personas que les gusten otras personas de su mismo sexo.  Y pienso que decir que no te gusta un homosexual es decir que no te gusta un chino y ¡Diablos! Son muchos como para que los puedas erradicar, por lo cual es ilógico.

Ahora bien, hay mucha gente estúpida (lo recalco y no me arrepiento) que más allá de ‘no gustarles’ los homosexuales, les tiene fobia, como la fobia que se les tiene a las arañas, pero no se dan cuenta de que, tal como ellos, los homosexuales son humanos. Tienes dos piernas, dos brazos, cinco dedos en cada mano, dos ojos una nariz, una boca, pero sobre todo un cerebro con raciocino suficiente para aceptar que son diferentes, superarlo y seguir a delante con su diferencia.

La homosexualidad no es un pecado, para todos aquellos que lo piensen así, es como decir que tener sexo cada tercer día es malo, porque el sexo sólo debe usarse para procrear (he escuchado ‘idioteces’ de ese tamaño) y tampoco e una enfermedad o una discapacidad. ¡Es una preferencia sexual! Punto. Es como decir ‹‹Me gusta el helado de chocolate y no el de fresa.›› no debería tener mayor inconveniente.

Ahora, y recordando el infructuoso, inútil, estúpido y otras muchas cosas, discurso de Juan Pablo Castro el matrimonio entre ‘jotos’, como lo dijo él, no es más que una aplicación de la ley, el articulo 4° estipulas que hombre y mujeres son iguales ante la ley, lo homosexuales siguen siendo hombres y mujeres y TODOS los ciudadanos mexicanos son libre de contraer nupcias con quien así lo encuentre conveniente, en ese caso ¿Por qué no podrían casarse dos hombres o dos mujeres? ¿Por qué a alguien le parece antinatural? A mí me parece antinatural poner miel al jitomate ¡y a mi hermano lo gusta así! ¿qué le voy a hacer? ¿gritarle que es un raro? ¿acosarlo hasta que lo deje? ¿golpearlo porque me parece mal? ¿matarlo?  No, porque es mi hermano, mi semejante y sobre todo un ser humano que merece respeto, así también los homosexuales.

El ser humano tiene la tendencia de etiquetar todo, lo que le parece bueno y lo que le parece malo, aquello que no se ajusta con su idea de como deben ser las cosas es malo, sin importar en absoluto si lo conoce o no. Tolerancia es uno de los valores que más le falla al hombre. Y nuestra ilusión de progreso no hemos sido capaces siquiera de implementarla para llevar una convivencia más sana. 

Ahora bien y pese a que estoy de acuerdo con el matrimonio gay no estoy tan de acuerdo con dejar que dos hombres o dos mujeres críen a un hijo. ¿Por qué? Por el simple hecho de que un niño necesita dos figuras en sus primeros años de vida, una del padre y otra de la madre que puedan definirlo a él como lo que es y no sirvan de influencia en alterar su gusto en un futuro. 

No, y repito, no lo digo porque los homosexuales no puedan ser buenos padres o no sean capaces de serlo, es más, pienso que podrían ser excelentes, incluso más  que una familia normal (tomemos en cuenta que en la ‘normalidad’ las familias son disfuncionales, bueno, sólo el 80%), sino más bien por el bienestar psicológico del niño.

Pero el fin, el bienestar psicológico de los niños es incierto. ¡Hay cada familia!

Ahora, zanjando mi tema principal y tomando el tema de la poco (nula) calidad de políticos que tenemos en México… ¿Quién se cree este chico, Juan Pablo Castro?  ¿Cómo se atreve a decir públicamente ‘jotos’?  Andrés Manuel  no es ni mucho menos mi idea de político perfecto y no lo considero un buen candidato, pero nunca a tenido el atrevimiento de ofender públicamente a un sector de la población (a otros políticos sí, pero es cosa entre políticos).

Que al niñato éste no le parezca la homosexualidad, porque es un homofóbico extremo no le da, de ninguna manera, el derecho a ofenderlo ¡y menos públicamente! Y después, tiene la desvergüenza de decir: ‹Sí, me disculpo, pero recuerden que no considero que esto pueda llamarse siquiera matrimonio.› ósea nene, creo que no te lo dijo tu ‘dady’, pero tú, grandísimo bocazas no eres, ni por asomo, un mandamás que pueda decidir a que se le dice ‘matrimonio’ y a que no. Es una cosa que ya está estipulada en la constitución y ni aunque baile el Papa Benedicto se va a quitar.

Más que estarnos preocupando porque es bueno o malo o si la homosexualidad esto u otro hay que ponernos a reflexionar sobre el tipo de personas que estamos dejando que se paren delante de un micrófono a decir cualquier barrabrava que no responde a las demandas del pueblo sino a las personales.  Los diputados están para atender las quejas de pueblo, no para atender sus fobias. 

Los videos de este políco mediocre: